jueves, 21 de febrero de 2008

Mi cuento (muy triste, por cierto...)

EL ÁNGEL DEL S. XXI

…Suena el despertador. Irene se despierta sobresaltada, y siente que algo raro ocurre ese día, como tantos otros. Ha puesto el despertador una hora más tarde de lo normal. En realidad le da igual, si algo le caracteriza es lo rápido que puede hacer las cosas, quedan 10 minutos para su hora de entrada en el colegio, y cuando quedaban 5 ya estaba saliendo de su casa. Fue a paso lento, no quería llegar, sabía que pasaría lo de cada día, pero como siempre el camino se le hace tan corto que cuando quiso darse cuenta, ya estaba allí. Aún quedaban un par de minutos para que hubiese que entrar en el colegio, así que optó por dirigirse a uno de los bancos de la entrada. Aquel día tuvo mala suerte, como casi siempre.

- Holaa, Irenee, ya vienes a saludarnos y todo, ¿no?

Y es que, como iba pensando en sus cosas, procurando no preocuparse mucho de cómo la miraban, cuchicheaban y se reían todos, no se había dado cuenta de que el banco estaba ocupado por los macarras hasta que no estuvo frente a ellos. Irene era muy cortada, así que solo se le ocurrió decir:

- Lo siento, no os había visto…

- Joé, ¡pues con las lupas que llevas, deberías haberlo visto desde la otra punta de la calle!

Irene se fue cabizbaja, buscando sin encontrar, algún lado solitario, alejado de la multitud que podía con ella. Y es que ella es una chica muy sensible. Todo le afecta demasiado. Pero, entre tanta humillación, esos 2 interminables minutos, acabaron pasando. La hora de entrada había llegado y la campana sonado. Procuró camuflarse entre todos los chavales que intentaban entrar a la vez. Dejó los libros que no necesitaba en su taquilla y buscó su aula, 2º C de ESO. No tardó en encontrarla. Hacía tiempo les dijeron que su tutora se encontraba ingresada en el hospital, superando una enfermedad que había irrumpido en su vida, y aquel día llegó la sustituta temporal. Entró y todos los chicos comenzaron a silbar. Irene estaba sentada desde principios de curso con uno de los “guays” de la clase, el cual también silbaba. La nueva profesora dijo tener 25 años, una carrera recién acabada y que se llamaba Laura. Era bastante guapa, tenía el pelo castaño muy clarito y liso, y unos ojos verdes muy bonitos. Se presentó entre todo el barullo, y sintió que la única que la escuchaba era Irene. Lo único a lo que hicieron caso fue a la frase: “Colocaros como queráis”. Se pusieron en grupos de 4 mesas, más una sobrante, la de Irene, y otras 3 mesas vacías. Transcurrió media hora bastante tranquila, bueno, quien dice tranquila dice que la nueva tutora estuvo pasando lista mientras el grupo decía motes sobre cada persona, sobre todo al llegar el turno de Irene.

- Alberto López

- ¡El renacuajo!

- Irene Domínguez

- Buf! La cuatro-ojos, la rara, la gorda, la extraterrestre, la mostrenca empollona…

La profesora miró con pena a Irene. Tras otros diez minutos, sonó la puerta. Tras el cristal, situado a un metro y medio del suelo, no se veía nada. ¿Alguna broma?... Laura abrió la puerta. Una chica que debía tener unos diez años, pero que iba cargada con su mochila del tamaño de una de alguien de 15, saludó a la profesora entre todo el alboroto y le dijo algo incomprensible para Irene, que estaba tomando apuntes. Laura dijo que era una chica nueva, y toda la clase gritó:

- Hala, ¡una enana! ¿Qué es, una empollona que la han adelantado de curso? ¡JA, ja ja!

- Que renacuaja, le ha quitado el título a Alberto

Irene, apenada, le hizo señas para que se sentase con ella.

- Hola, me llamo Irene, no hagas caso a esta gente, solo quieren ofender

- Tranquila, estoy muy acostumbrada a estas cosas, es que me han adelantado un curso. Aún así, la estatura es algo que me viene de nacimiento, soy prematura y melliza.

- Pues a mí me pareces muy guapa, estás en tu estatura perfecta

- ¡Gracias! Agrada oír eso… Por cierto, me llamo Lucía. Y tú, ¿por qué estás sentada sola?

- ¿Tú qué crees? Si soy la única que no se ha metido contigo…

- Oh, claro… también te dicen cosas a ti.

- Bueno, yo ya estoy acostumbrada… Tú deberías empezar a hacerlo.

Estuvieron hablando un buen rato con la cara de satisfacción de Laura hasta que sonó el timbre. La hora había terminado. Nada más irse la profesora, todos se volvieron hacia ellas 2.

- Oh, la marginada y la nueva, ¡qué guay!

Y comenzaron a tirarles bolas de papel, gomas, lápices, e incluso una bola de papel de plata que alcanzó a Lucía en el ojo. Ella comenzó a llorar y su ojo se puso muy rojo e hinchado. Le habían dado de lleno mientras lo tenía abierto. Salió corriendo de la clase, e Irene fue detrás. Vio como se metía en el baño, y a la vez en uno de los dos en los que se dividía el primero. Comenzó a golpear la puerta y a llamarla.

- ¡Vamos, Lucía, sal y hablaremos! ¡Te puedo asegurar por experiencia propia que a esto te acabas acostumbrando! Paso lo mismo cada día, sufro humillaciones, me insultan, me gastan bromas, me tiran cosas, ¿y sabes qué es lo peor? Que no tengo ningún hombro sobre el cuál llorar, nadie con quién desahogarme, nadie con quien hablar de mis problemas. Y tú deberías sentirte afortunada, porque al menos me tienes a mí desde el primer día. Yo llevo desde el parvulario sola, y verte venir, y que pasas por lo mismo que yo, me ha hecho ver que no todo acaba aquí, que siempre tendremos alguien con quien hablar, y que la amistad perfecta llega, tarde o temprano, pero llega.

Vio como la puerta se abría poco a poco, y como Lucía salía y se tiraba a sus brazos llorando. Irene la estrechó en sí y le dijo por lo bajo:

- Siempre contarás conmigo, y si necesitas alguien con quién hablar, yo estaré ahí, dándote consejos y ayudándote en lo que tú quieras

- Gracias – Dijo Lucía – La verdad es que tengo muchas cosas que necesito sacar fuera de mí. Pero tardaría años en acabar y acabarías más amargada que yo.

- Te aseguro que no. Cuando lleguemos a clase, me das tu número de teléfono y tu dirección, e iré a verte cada vez que pueda.

El ojo seguía hinchado, así que fueron a la sala de profesores y allí le curaron. Por los pasillos, la gente les miraba y cuchicheaban:

- ¿Quién es esa? ¡Una nueva! Anda, que a quién se la han encasquetado…

Llegó el final del día sin nada más que relatar, y al llegar a casa, comieron, e Irene llamó, como habían planeado. Quedaron en ir a dar un paseo. Una vez estaban juntas, fueron a un parque en el que no solía haber nadie, y se sentaron en el primer banco que pillaron. Irene dijo:

- Venga, cuéntame ahora todo lo que quieras.

- Bueno, yo soy melliza como ya sabes, y cuando comenzamos el colegio los dos juntos, llamábamos bastante la atención, pero en aquel momento solo nos teníamos el uno al otro, y a él le llamaban mariquita, de mí cuchicheaban, pero nunca supe lo que me decían en realidad… sufría de humillaciones y todo eso, algo parecido a lo de aquí solo que siempre tenía a mi hermano. Ahora, nuestros padres se han divorciado, y mi madre se quedó conmigo, y mi padre con él…

- Vaya, eso es algo realmente penoso. Pero bueno, ahora me tienes a mí, ¿eh? Y cada vez que necesites algo… ya sabes… Oye, te voy a confiar un secreto que no le he dicho ABSOLUTAMENTE a nadie, ¿vale?

- Claro, sabes que puedes confiar en mí.

- Padezco una enfermedad de nacimiento. Algo del corazón… aunque de momento no se ha hecho ver, no tiene cura.

- ¡Oh! Bueno, si todavía no ha salido, no lo hará ahora, ¿verdad?

- No, o eso creo… mis padres nunca me han dado detalles.

- ¡Vaya, mira la hora que se nos ha hecho! Y tenemos que hacer deberes y estudiar…

- Pues nos vemos mañana… ¡Buenas noches!

Cada una fue por un camino. Irene iba algo contenta, pero sabía que había engañado a Lucía… y es que la enfermedad estaba resurgiendo, y si la cosa seguía tendrían que hacerle una grave operación… Pero claro, no quería asustarla.

Al día siguiente habían quedado en verse en la puerta, e Irene fue con el mismo poco ánimo de siempre, porque la alegría de tener ya una buena amiga se veía mal compensada por la enfermedad. Cuando llegó se quedó totalmente impresionada: el grupo de siempre tenía rodeado a Lucía y le pegaban mientras le insultaban por ser amiga de Irene. La fundieron a puñetazos y cuando estaba en el suelo comenzaron a dar patadas. Ella tenía cara de no haber sufrido tanto en su vida. Irene se puso totalmente colorada, comenzó a llorar de la rabia y se abalanzó contra todos.

- ¡¡¡DEJADLA!!! ELLA NO OS HA HECHO NADA, SI QUERÉIS PEGAR A ALGUIEN, PEGADME A MÍ.

Nunca había tenido tanta rabia acumulada. Ellos se rieron y le dijeron:

- Con que esas tenemos, ¿no?

- Claro, la abogada defensora

- Como la renacuaja no puede defenderse… ¡Ja, ja, ja!

La rodearon, pero no le pegaban, solo insultaban. Ellos sabían de sobra que a ella el pegarle no le servía. Los insultos y comeduras de coco son lo que más le afectan a ella. Estuvieron un buen rato insultándola y diciéndole cosas que sabían que realmente le iban a doler, le estaban dando en su punto más débil: bajarle aún más el autoestima… hasta que, de pronto, los ojos de Irene se pusieron en blanco, comenzó a temblar, cayó al suelo mientras no paraba de moverse involuntariamente y gritar sin poder evitarlo. Lucía comenzó a llorar desesperadamente mientras pedía a gritos un móvil. La gente de su instituto era mala, pero no tanto. Ese grupo solo miraba con cara alucinada, pero el resto de alumnos ayudaron en lo que pudieron. Una llamó a urgencias desde su móvil, otros avisaban a profesores, otros a sus padres, algunos trataban de sujetarla y que dejase de temblar tanto… La ambulancia no tardó en llegar y desaparecer por la carretera con ella en su interior. Lucía se quedó preocupadísima pero no la dejaron ir hacia allí. En el recreo intentó escapar, pero como era lógico, la pillaron. En cuanto sonó el timbre de la salida cogió su mochila y sin pasar ni si quiera por la taquilla salió a correr todo lo rápido que pudo. Se acercó a su casa a por la bicicleta para llegar más rápido y en 10 minutos estuvo en el hospital provincial. Preguntó en recepción que donde estaba y como. Le dijeron que estaba en estado crítico, y le dijeron el piso y la puerta, aunque debía esperar un rato antes de entrar. Corrió hacia allí y vio a sus padres en la puerta.

- Oh, tú debes ser Lucía… Irene nos habló mucho de ti.

- Sí, Irene es la persona que más se ha preocupado por mí en todo el mundo, y la que más me ha ayudado… y ahora pasa esto – Dijo echándose a llorar

- Tranquila… seguro que se recupera. Aún así, ahora podrás entrar a hablar con ella.

A los pocos minutos salió la enfermera.

- Está en estado crítico, aunque grave. Solo una persona puede pasar a verla.

Lucía lloró aún más si cabía. Sabía que sería su madre la que entraría, pero extrañamente ésta última dijo:

- Entra tú, pequeña, seguro que le hará mucha más ilusión verte a ti.

- ¿En serio? ¡Muchas gracias! – Y entró rápida, pero silenciosamente.

Irene tenía muy mala cara. Se dieron un beso y Lucía fue directa al grano:

- ¿Por qué me engañaste? Tú me dijiste que no ocurriría nada…

- Lo sé, no quería asustarte. Eres la persona más dulce y comprensiva que he conocido en mi vida, no podía decirte algo así porque sabía que te preocuparías…

- Pues todos en el colegio menos el puñado que tu y yo ya sabemos, se movilizaron para ayudarte. Unos llamaron a la ambulancia, otros a tus padres, incluso algunos te sujetaban…

- Yo solo quiero saber si tú estás bien… Es que, solo de pensar todo lo que te pegaron, y encima por mi culpa…

De pronto, la máquina que controlaba la estabilidad de su corazón comenzó a pitar muy rápido... Lucía dijo entre sollozos:

- ¡Irene, yo estoy bien! ¡No te alteres, que no me ha pasado nada! ¡Reaccionaaaa!

- Luci… yo de esta ya no salgo… tú… tú… acuérdate de todo lo que te he dicho cuando… te sientas mal en el colegio… Gracias a ti, lo he pasado un poco menos mal en el colegio estos días… sin ti, todo habría sido peor… tú has sido estos días… mi Ángel de la guarda… Déjame que ahora sea yo el tuyo…

Y la máquina emitió un pitido que no se silenció nunca más.

A21



Pd. Algunos personajes están basados en hechos reales, yo creo que incluso demasiado... eso sí, los nombres no tienen nada que ver.

2 comentarios:

O_Sin_Nick_o dijo...

oooo pequeña martita me ha encantado ^^
sigue escribiendo, aunque cuando le confiesa su enfermedad a la amiga se hace previsible, pero esta bien escrito :P

Shakeb dijo...

Muy bonito el cuento ^^
Ánimo para seguir escribiendo :P

Bss